Cada vez es más frecuente escuchar a los padres decir que sus hijos son desobedientes, poco agradecidos y que no aceptan un “no” como respuesta. Niños, que cuando no obtienen lo que quieren, pueden reaccionar de múltiples maneras, ya sea llorando, pataleando, gritando o en otros casos, con agresiones físicas.

También hemos escuchado decir que antes los padres eran quienes mandaban y los hijos obedecían. Actualmente, la situación es otra, los niños mandan y los padres obedecen. Muchos padres expresan su preocupación al respecto, ya que sienten que la situación se les ha salido de las manos, que no pueden poner límites a sus hijos. Que son ellos quienes los controlan y terminan accediendo a sus caprichos.

Seguramente esta situación te sonará bastante familiar: están en una tienda y el niño de cinco años dice que quiere un juguete y se aferra a que se lo compren. La madre le dice: “no, en casa ya tienes muchos juguetes. No necesitas otro”. Entonces ocurre lo temido por los padres. El niño comienza a lloriquear y dice: “yo lo quiero!” y se tira al piso y comienza patalear, cada vez los gritos del niño son más fuertes. Con miedo a que la situación se prolongue y la vergüenza ante la que es sometida la madre, ella cede y compra el juguete. El niño ahora está satisfecho y el berrinche ha terminado.   

En otro caso Mary, una niña de 11 años, una vez más le han llamado la atención en la escuela porque ha agredido a una compañera de clase e incluso desobedeció a la maestra. Su padre muy molesto dice: “no entiendo qué tiene esa maestra en tu contra, todo el tiempo es lo mismo, solo le gusta molestar”.

Las situaciones descritas son hipotéticas, pero estoy segura que se acercan a la realidad que viven muchos padres con sus hijos. En algunos hogares es más frecuente que los padres toleren el mal comportamiento de sus hijos, accedan a sus deseos y más grave aún, no administren las consecuencias de sus actos o incluso hasta los libren de ellas.

Tal vez te preguntes ¿por qué está sucediendo esto? ¿en qué estoy fallando? Si bien, no pretendo dar una respuesta concreta a estas preguntas ni mucho menos juzgar la manera de educar a tus hijos, solo haré un breve comentario de una posible causa.

En décadas anteriores se criticó la manera de educar a los hijos como muy dura y por el contrario, se animaba a los padres a ser más flexibles, a no ser tan exigentes  a elogiar y no reprimir. Durante mi formación profesional, recuerdo una frase de un admirado profesor, que al hablar sobre el tema dijo que los padres deberían de ser “afectuosamente firmes” Es decir, los padres deben ser equilibrados al administrar la disciplina y los elogios a los hijos. Es vital que los padres reconozcan el momento en que los hijos deben de ser corregidos y cuándo es bueno encomiarlos

El autoritarismo de los hijos, su rebeldía y falta de aprecio, podría ser el resultado de padres muy permisivos, que no ponen límites a los hijos y que les permiten hacer y decir lo que ellos quieren. Es evidente que esta permisividad ha traído consecuencias negativas, no solo debilita su autoridad, sino que también puede tener efecto en sus hijos al no fomentar una educación que los prepare para enfrentar su vida adulta y dotarlos de las destrezas necesarias para tomar decisiones.

Te invito a que hagan un análisis sobre la manera en que estás educando a tus hijos. Pregúntate: ¿les permito hacer lo que quieren? ¿me obedecen? ¿mantengo mi palabra? ¿he corregido sus errores? ¿los absuelvo de las consecuencias? ¿les he dado tareas de acuerdo a su edad? ¿les he enseñado a cumplir sus responsabilidades?

Sé muy honesto u honesta al hacer este autoanálisis, quizás la respuesta que obtengas te sorprenda. Siempre hay algo nuevo que aprender y que modificar. No esperes más a hacerlo, si tienes alguna duda o buscas orientación con gusto podremos ayudarte.

El siguiente artículo se abordarán otros detalles sobre el tema.