En algún momento, nos ha pasado que olvidamos dónde colocamos algún objeto, olvidamos un número telefónico, alguna dirección o visitamos algún sitio y lo desconocemos. Después de un tiempo vemos a una persona y la desconocemos o olvidamos su nombre. Si nos ha llegado a suceder alguna de estas cosas, no hay por qué preocuparnos de más o entrar en pánico creyendo que es algo grave.
La mala memoria puede ser una parte normal del envejecimiento. A medida que las personas van envejeciendo, ocurren cambios en todas las partes del cuerpo, inclusive en el cerebro. Como resultado, algunas personas pueden notar que les toma más tiempo aprender cosas nuevas, que no recuerdan información tan bien como lo hacían antes o que pierden cosas como sus anteojos. Usualmente estas son señales de problemas leves de mala memoria, no de problemas serios de la memoria.
Por otra parte, los eventos de nuestro ambiente pueden ser causantes de que olvidemos las cosas, ya sea porque nuestra atención la tiene alguna situación en particular y restamos importancia a la actividad que estamos realizando. . Por ejemplo, alguien que recientemente se ha jubilado o que está lidiando con la muerte de un esposo o esposa, pariente o amigo puede sentirse triste, solo, preocupado o aburrido. Tratar de lidiar con estos cambios de vida hace que algunas personas se sienten confundidas u olvidadizas.
La confusión o “mala memoria” causado por alguno de estos episodios puede ser temporal, su duración podría limitarse a la duración del episodio, pero para reconocerlo, es importante ser observadores, estar atentos nos ayudará a reconocer que está ocurriendo. Es poco frecuente, que hagamos un análisis sobre los elementos que giran en torno a una situación. Por ejemplo, si hoy por la mañana olvide dónde había puesto las llaves al salir de casa, puedo analizar la situación de la siguiente manera.
Pregúntate: ¿qué estaba haciendo? Iba de salida hacía el trabajo.
¿Cómo me sentía? Presionada, porque ya era tarde y no encontraba las llaves de la casa.
¿Qué estaba pensando? Que llegaría tarde, que no me daría tiempo de entregar el pedido.
¿Qué hice? Empecé a buscar en mi habitación y en la cocina, hasta que las encontré sobre el buró junto a la cama.
Con preguntas tan sencillas como esas, podemos conocer el por qué olvidamos las cosas y puede ser que no siempre se deba a nuestra memoria. En el ejemplo anterior, notamos que hay algunos elementos clave, el tiempo, ya era tarde para ir al trabajo. No hay prevención, desde un día antes se pudo haber ordenado la bolsa con los artículos que se tienen que llevar, eso evitará contratiempos. Ahora bien, si antes de buscar en cualquier lugar, se hubiera detenido a pensar sobre los lugares donde generalmente se colocan las llaves, quizás hubiera llevado menos tiempo encontrarlas. Además, su concentración se encontraba ya en el trabajo, en las labores que tenía qué hacer.
Como notamos las razones por las que solemos olvidar, no siempre tienen que ver con que nuestra memoria esté fallando, los motivos principales poder ser otros. Cabe aclarar que con este artículo no se está dando una conclusión ante cualquier caso, si observas que hay algo más allá, es necesario consultar a un especialista médico.